
Intel abre conversaciones con Apple en busca de acuerdos de fundición mientras crece la presión por diversificar los chips
por Manuel Naranjo 1El sector tecnológico nunca descansa y las alianzas estratégicas que se fraguan en silencio suelen marcar el rumbo de la industria. Según parece Intel ha iniciado conversaciones preliminares con Apple para explorar posibles colaboraciones e inversiones. No hay acuerdos sobre la mesa todavía, pero el simple hecho de que ambas compañías vuelvan a sentarse juntas después de la ruptura de hace unos años ya es significativo.
Apple y su apuesta por el silicio propio
Desde que en 2020 Apple decidió prescindir de los procesadores de Intel en los Mac y dar el salto a sus chips M1 fabricados sobre arquitectura ARM, la compañía de Cupertino no ha dado señales de querer volver atrás. El movimiento fue un éxito rotundo, consolidado con los M2 y los recientes M4, que han demostrado que Apple sabe diseñar silicio competitivo, eficiente y con un ecosistema optimizado.
Business Korea subraya que esta estrategia se mantendrá. No se trata de volver a depender de Intel como proveedor de CPUs, sino de diversificar los socios de fabricación. Apple sigue confiando casi en exclusiva en TSMC para producir sus chips, una dependencia que, en un contexto de tensiones comerciales y políticas, puede ser arriesgada.
Intel busca oxígeno en la fundición
Aquí entra en juego el verdadero interés: los servicios de fundición de Intel. La compañía lleva tiempo intentando recuperar el prestigio perdido y situar sus fábricas como alternativa viable frente al dominio asiático. Si Apple optara por externalizar parte de su producción con Intel, no solo diversificaría riesgos, también reforzaría su imagen en Estados Unidos, donde los responsables políticos llevan años reclamando que la industria de los semiconductores gane músculo a nivel local.
Washington mira de cerca
Apple no da puntada sin hilo, y la ampliación de su compromiso de inversión nacional a 600.000 millones de dólares en cuatro años es una clara señal de alineación con las prioridades de Washington. Pasar de los 500.000 millones prometidos en un principio a esta nueva cifra, anunciada en un evento en la Casa Blanca, refuerza su papel como actor estratégico para la economía estadounidense.
Un acuerdo con Intel, aunque limitado a la fundición, serviría como gesto político y económico de gran peso. Cupertino seguiría teniendo el control de su silicio, pero al mismo tiempo apoyaría a un socio norteamericano en un momento clave, cuando los aranceles y las tensiones con China e India amenazan con encarecer o complicar las cadenas de suministro.
¿Qué puede ganar cada uno?
Para Intel, cualquier alianza con Apple significaría un espaldarazo de credibilidad. Pese a contar con respaldo financiero y político, necesita clientes de renombre que validen la apuesta por su negocio de fundición. Tener a Apple en su cartera sería como poner el sello de calidad definitivo.
Apple, en cambio, obtendría un plan B frente a TSMC. Aunque el fabricante taiwanés sigue liderando la industria con su capacidad técnica, depender de un único proveedor nunca es lo más prudente. En un escenario de incertidumbre geopolítica, tener una alternativa local en Estados Unidos le permitiría blindar su estrategia a medio y largo plazo.
Un equilibrio delicado
Ahora bien, no todo son ventajas. Integrar a Intel como socio de producción no sería sencillo. Sus fábricas todavía están poniéndose al día frente a la competencia asiática y los plazos de transición podrían ser largos. Además, Apple es extremadamente exigente en cuanto a eficiencia y rendimiento, algo que TSMC ha demostrado entregar sin fisuras.
Por eso, estas conversaciones deben entenderse como un tanteo inicial, un ensayo de posibilidades más que un acuerdo inminente. Las dos empresas saben que sus intereses pueden converger, pero también que hay retos técnicos y estratégicos que resolver.
El futuro en juego
Lo que sí parece claro es que tanto Apple como Intel comparten la necesidad de reforzar su posición en un mercado que cambia a gran velocidad. Apple quiere asegurar su independencia y mitigar riesgos; Intel busca reinventarse y demostrar que aún puede ser relevante más allá de los ordenadores personales.
Si finalmente logran cerrar un acuerdo, no estaremos ante una vuelta al pasado (cuando los procesadores Intel eran el corazón de los Mac), sino ante una nueva etapa: Apple consolidando su apuesta por el diseño propio y apoyándose en Intel como socio industrial, e Intel recuperando terreno con la validación de uno de los clientes más exigentes del planeta.
El tiempo dirá si este acercamiento cristaliza, pero lo que ya ha conseguido es reabrir un debate que muchos daban por cerrado: el papel que Intel aún puede jugar en el futuro de Apple y, por extensión, en la industria de los semiconductores.
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